MELQUISEDEC
Y EL MISTERIO
DEL FUEGO
Un Tratado en Tres Partes
por
SALA PALMER HALL
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HERNÁN
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INTRODUCCIÓN
Los complicados rituales de los antiguos Misterios y
los ceremoniales más simples de las instituciones
religiosas modernas tuvieron un propósito común:
fueron ideados para preservar, por medio de dramas
simbólicos y procesionales,
ciertos procedimientos secretos y sagrados,
gracias a la comprensión de los cuales el hombre
puede efectuar más inteligente mente su salvación.
Las páginas que siguen serán dedicadas
a interpretar algunas de estas
alegorías de acuerdo con la doctrina
de los antiguos sabios y videntes.
Cada hombre tiene su propio mundo.
Mora en el centro de su pequeño universo como señor
y regente de las partes que lo constituyen.
Algunas veces se comporta como un rey sabio,
dedicando su vida a las necesidades
de sus súbditos, pero más frecuentemente
es un tirano que impone muchas formas de
injusticia sobre sus vasallos,
ya por ignorancia de sus necesidades o
por incomprensión del desastre final
que está trayendo sobre sí mismo.
El cuerpo del hombre es un templo viviente,
y él es el supremo sacerdote, colocado allí para
mantener la Casa del Señor en orden.
Los templos antiguos fueron diseñados,
calcándolos del cuerpo humano,
como se comprobará estudiando los planos
del santuario de Karnak o
los de la iglesia de San Pedro en Roma.
Y si los lugares de iniciación eran copias del cuerpo humano,
los rituales que se realizaban en las distintas cámaras
y corredores simbolizaban ciertos procesos
que tienen lugar también, en el cuerpo humano.
La Francmasonería es un excelente ejemplo
de una doctrina que sugiere, mediante ceremonias y
dramas, que la regeneración del alma humana es en gran parte
un problema fisiológico y biológico.
Por esta razón la Orden está dividida en dos partes:
la Masonería especulativa y la operativa.
En el Templo de la Logia,
la Masonería es especulativa,
porque la Logia es solamente un símbolo
del organismo humano.
La Masonería operativa consiste en una serie de actividades
místicas que tienen lugar dentro del organismo físico
y espiritual de aquéllos que han asumido sus obligaciones.
La posesión de las claves ocultas para la salvación humana
por medio del conocimiento de sí mismo
fue elobjetivo por el cual trabajaron los sabios
de todas las edades.
La esperanza de poseer estas fórmulas secretas
fue la que fortaleció a los candidatos
que valientemente luchaban contra
todos los peligros y obstáculos
de las antiguas iniciaciones,
los que a veces perdían la vida en la búsqueda de la verdad.
Las iniciaciones de los Misterios paganos
no eran juegos de niños.
Los sacerdotes druidas consumaban su ritual iniciatorio
enviando a los aspirantes a alta mar en un pequeño bote
que apenas sí podía navegar.
Algunos de ellos nunca regresaban de esa aventura,
porque al levantarse una repentina ráfaga,
el bote zozobraba inmediatamente.
En la América Central,
en la época en que los Misterios de los indios mexicanos
estaban en su esplendor,
los aspirantes que buscaban el conocimiento
eran enviados a tenebrosas cavernas
armados con una espada,
y se les prevenía que si descuidaban su vigilancia,
aunque sólo fuera por un instante,
sufrirían una muerte horrenda.
Durante horas los neófitos vagaban,
rodeados por extrañas bestias
que parecían más terribles aún de lo que eran
debido a la obscuridad de las cavernas.
Por último, fatigados y al borde del desaliento,
se encontraban ante el umbral de una
habitación magníficamente iluminada, cavada en la roca viva.
A medida que ellos se detenían,
sin saber qué camino tomar,
se sentía un batir de alas,
un aullido demoníaco y una gran figura con alas de murciélago
y cuerpo de hombre pasaba velozmente sobre las cabezas
de los aspirantes,blandiendo una gran espada con un tajante filo.
Esta criatura era llamada el Dios-Vampiro.
Su deber era tratar de decapitar
a los que pretendían ser admitidos en los Misterios.
Si los neófitos estaban desprevenidos
o se encontraban demasiado
exhaustos para defenderse,
morían en el sitio,
pero si todavía tenían suficiente presencia de ánimo
para escapar a este inesperado peligro
o para saltar a un lado a tiempo,
el Dios-Vampiro desaparecía
y la habitación
se llenaba de sacerdotes
que daban la bienvenida a los nuevos
iniciados y los instruían en la sabiduría secreta.
La identidad del Dios-Vampiro
ha sido objeto de muchas controversias,
porque si bien aparece
muy a menudo en el arte mexicano
y en los Códices iluminados, nadie sabe quién o
qué era realmente.
Podía volar sobre las cabezas de los neófitos
y era del tamaño de un hombre,
pero vivía
en las profundidades de la tierra
y jamás se lo veía salvo durante los Misterios,
aunque
ocupaba una posición importante
en el Panteón de los indios aztecas.
Los Misterios de Mitra
eran también verdaderas pruebas de valor y de perseverancia.
En estos ritos los sacerdotes,
disfrazados de bestias feroces y animales fantásticos,
atacaban a los aspirantes
que pasaban por las tenebrosas cavernas
en que se efectuaban las iniciaciones.
El derramamiento de sangre no era raro,
y muchos perdieron la vida luchando
por el Gran Arcano.
Cuando el emperador Cómodo de Roma
fue iniciado en los cultos de Mitra,
como era
notablemente hábil en el manejo de la espada,
se defendió tan valientemente que mató por
lo menos a uno de los sacerdotes e hirió a otros varios.
En los Misterios Sabazianos
se colocaba una serpiente ponzoñosa
sobre el pecho del candidato,
quien fracasaba en su iniciación si mostraba el menor signo de temor.
Estos incidentes de los antiguos rituales
pueden darnos una vislumbre de las pruebas por las
que eran forzados a pasar los buscadores de la verdad
para merecer penetrar en el
santuario de la sabiduría.
Pero cuando consideramos el conocimiento
que recibían si lograban el éxito,
comprendemos que se justificaban los riesgos,
porque de entre las columnas de las puertas de los Misterios
salieron un Platón y un Aristóteles,
y otros cien, atestiguando positiva mente el hecho de que en sus
días el Verbo no estaba perdido.
Las torturas de la iniciación
y las severas pruebas mentales
y físicas servían para eliminar a
todos aquéllos que no tenían la aptitud necesaria
para que se les pudieran confiar los poderes
secretos que poseían los sacerdotes
y que eran transmitidos a los nuevos iniciados en el
momento de ser “elevados”.
Aquéllos que se resistieron a ser colgados
de altas cruces durante nueve horas hasta quedar inconscientes,
como Apolonio de Tiana,
iniciado en la Gran Pirámide,
jamás revelarían las
enseñanzas secretas
a causa del temor a torturas corporales,
y los que observaron la
disciplina de Pitágoras,
que ordenaba permanecer en silencio,
sin hablar con nadie, durante cinco años,
como primer requisito para entrar en su escuela,
no es probable que revelaran
a causa de irreflexiva indiscreción
alguna parte del Misterio vedado a los no iniciados.
Debido al extremo cuidado que se ponía en elegir
y probar a los aspirantes y a la notable habilidad
que tenían los sacerdotes para conocer la naturaleza humana,
nunca hubo
ninguno de ellos que traicionara
los más importantes secretos del templo.
Por esa razón el Verbo quedó perdido para todos,
salvo para los que siempre cumplieron
los requisitos de los antiguos Misterios,
puesto que la ley estableció que a aquéllos que
vivieran la vida la doctrina les sería revelada.
Es ilícito interiorizar a los no iniciados
de las claves que cierran los eslabones de la cadena
de los Misterios.
Es permisible, sin embargo,
sin traicionar la confianza,
explicar algunos de los secretos menores,
la consideración de los cuales
no sólo vindicará la integridad de los antiguos hierofantes,
sino que también revelará parte del Divino Misterio
de la naturaleza humana.
Nunca se podrá recalcar suficientemente que,
a pesar de lo pretendido en contrario,
el Arcanum operativo del templo
jamás ha sido revelado públicamente.
Unos pocos candidatos
que siguieron sólo por un corto trecho el sendero,
y que se desalentaron o fueron eliminados
por su falta de honestidad consigo mismos,
han tratado de revelar lo que sabían,
pero la debilidad que los impulso a traicionar ya había sido
advertida por sus instructores.
Por lo tanto,
jamás les fue dado nada
que pudiera suministrarles un eslabón para relacionar
las enseñanzas externas con la sabiduría del santuario.
El mundo interno del hombre,
no el mundo externo,
fue el objetivo de los Misterios de la antigüedad.
De ahí que solemos considerar ignorantes
a los antiguos sacerdotes al compararlos
con nosotros mismos;pero si bien el mundo moderno
está dominando al universo visible y
levantando una civilización colosal,
ignora en el más absoluto sentido de la palabra
lo que es ese misterioso poder
o soplo de energía
que mora en el centro de toda cosa viviente,
sin el cual no pudo jamás efectuarse
ninguna investigación ni levantarse ciudad alguna.
El hombre nunca es verdaderamente sabio
hasta que empieza a sondear el enigma de su propia existencia,
y los templos de iniciación son los únicos depositarios
de ese conocimiento,
un conocimiento que le permitirá deshacer
el nudo gordiano de su propia naturaleza.
Sin embargo,
las grandes verdades espirituales
no se hallan tan profundamente ocultas
como pudiera suponerse.
La mayor parte de ellas se exponen a la vista,
en todo tiempo, pero no se las reconoce
porque están envueltas en símbolos y alegorías.
Cuando la raza humana aprenda a descifrar el lenguaje
del simbolismo y de la alegoría,
un gran velo caerá de los ojos de los hombres.
Entonces conocerán la verdad,
y, lo que es más aun,
se darán cuenta de que desde el principio
la verdad ha estado en el mundo sin ser reconocida,
salvo por unos pocos,
pero gradualmente en creciente numero,
designados por los Señores de la Aurora
como ministros de las necesidades de las criaturas humanas,
que están luchando por recuperar
su conciencia de la Divinidad.
El Supremo Arcano de los antiguos
era la clave de la naturaleza y poder del fuego.
Desde el día en que
las jerarquías descendieron
por primera vez en la isla sagrada del casquete polar,
se decretó que el fuego sería el símbolo supremo de esa misteriosa
y abstracta divinidad que mora en Dios,
el hombre y la Naturaleza.
El Sol era considerado un gran fuego en medio del universo.
En la ardiente esfera del Sol moraban
misteriosos espíritus que dominaban el fuego,
y, en honor a esta gran luz,
ardían fuegos en los altares de innumerables naciones.
El fuego de Zeus ardía en la Colina Palatina,
el fuego de Vesta en el altar doméstico y el
fuego de la aspiración en el altar del alma.
Se invita a ver los enlaces anteriores
y todo este tratado para
SABER, ENTENDER Y COMPRENDER
el MENSAJE que encierra el presente ARTÍCULO,
dedicado a develar los misterios de
TEOTIHUACÁN
y la GRAN TENOCHTITLÁN:...